Seguro Contra Todo Riesgo

POR ANDRÉS MATINATA //

Productores de varias zonas del país cuentan cómo el silo los ayuda a enfrentar los cíclicos períodos de sequía.
En la ganadería actual, los planteos apuntan cada vez más hacia la intensificación, tanto en rodeos para la producción de carne como de leche.
En este proceso de obtener más kilos de carne y litros de leche en menos espacio, la alimentación tiene un rol central. Y el clásico sistema pastoril comienza a ceder espacios frente a alternativas que ya se perfilan con fuerza, como el de las tecnologías cada vez más avanzadas de producción y confección de reservas forrajeras, que a su vez son claves para momentos de sequía como el actual.
En el caso del ensilado, esta metodología llegó para quedarse, y además de permitir aprovechar al máximo la superficie destinada a la ganadería, su implementación brinda múltiples de ventajas.
Con disponibilidad forrajera asegurada, se estabiliza la producción, se puede proyectar de manera eficiente el ciclo ganadero a futuro y destinar una mayor superficie para la agricultura. Y, cuando hay un bache en la producción de las pasturas, por un estrés hídrico severo, estar mejor preparado para enfrentarlo.
A este mix de ventajas, y más allá de la coyuntura, se debe agregar un factor fundamental: la posibilidad de dar “el” salto productivo, y así sumar kilos de carne y litros de leche al balance final. El uso del silo, en diversos sistemas y ambientes de producción, constituye una herramienta estratégica y un primer paso para pensar en cifras de alta producción, aún hoy.
Con estos temas en mente, Clarín Rural dialogó con productores ganaderos y lecheros de toda la geografía argentina, para visualizar el impacto del uso de silajes en sus esquemas y analizar las estrategias que les permitieron sostenerse mejor e incrementar sus cifras productivas.
En el caso de Roberto Grosso, un veterinario que lleva adelante un esquema ganadero en 4.500 hectáreas en el Chaco, el ensilado es la llave para acceder, en el mediano plazo, a un planteo de ciclo completo. “Hoy la compra-venta de terneros es demasiado inestable, pero con el silo apuntamos al ciclo completo; es más estable tener los recursos para lograrlo y hacer la recría y el engorde en el mismo lugar”, afirmó Grosso.
En la actualidad, maneja un rodeo de 1.700 cabezas que se comenzó a inseminar, con la idea de llegar a 1.200 madres. Desde 2007, y al no poder sostener un planteo de cría a causa de la seca, empezaron con recría y engorde, y la base forrajera de ese esquema era silo de sorgo de planta entera y earlage de sorgo, que con 25% de fibra evita problemas metabólicos. “El sorgo lo utilizamos porque, a causa de los suelos salinos sódicos, el maíz no tiene éxito. Es rústico, se adapta y bajas precipitaciones”, remarcó. Esto es central en estos días.
Para el productor, la estrategia más rentable pasa por una mayor retención de vientres, y en esa instancia tiene muy claro que la puerta de acceso para poder llegar a implementar un ciclo completo es transformar su campo en una alcancía forrajera. En su planteo ganadero, el silaje se complementa con pasturas y un pequeño porcentaje de producción silvopastoril. Además, se destinan 700 hectáreas a agricultura, 300 a pasturas y 150 a sorgo.
“El uso más eficiente del campo se dará cuando tengamos los vientres preñados, porque se pueden ubicar en zonas marginales”, destacó, apoyándose en los nuevos recursos forrajeros.
Más hacia el sur, y desde hace 15 años, Alejandro Calabresi posee un tambo en Florentino Ameghino, con un rodeo de 105 vacas, y una dieta de base pastoril. Complementada con alfalfas, verdeos de invierno y rollos, la producción promedio rondaba los 17 l/día, una cifra que razonable para esa región en épocas normales.
Pero, para poder dar el salto productivo, Calabresi apostó al tambo estabulado, una decisión que implicó la compra de implementos como mixer y tractores. Para estabular el rodeo, debía asegurarse reservas los 365 días del año que, a su vez, los alejarían de los impactos más duros de los vaivenes climáticos. En ese dirección, el silaje tuvo un papel protagónico: “Es fundamental para un tambo. En meses críticos, es una herramienta central a tener en cuenta”, afirma De este modo, los 17 l/día se convirtieron –desde hace un año y medio- en 29 l/día, una cifra de alta producción. “Con un nutricionista ajustamos las dietas, que estaban muy desniveladas; ahora son más equilibradas y secas. Usamos silo de trigo, alfalfa, soja y cebada para recría y vaquillonas”, graficó, mostrando la amplia paleta de posibilidades, que le brinda estabilidad al sistema.
Con el apartado nutricional resuelto, se puede afinar el manejo productivo y orientar los esfuerzos a incrementar la rentabilidad. “En nuestro caso, en el mediano plazo apuntamos a resolver los problemas de estrés calórico en el rodeo”, explicó, a tono con la época. Calabresi apuesta a que cada vez más productores incorporen silo en sus esquemas. “Si bien requiere una enorme inversión económica, permite asegurar comida todo el año”, remarcó.
Más al oeste, el ingeniero agrónomo Joaquín Gastañaga es asesor en el establecimiento pampeano “La María Pilar”. En una superficie de 5.300 hectáreas mixtas, la principal producción es la del tambo de 2.700 bovinos, con un ordeñe diario de 28 litros.
El profesional reconoció que el pasaje del sistema pastoril a uno estabulado con base en el silaje estabilizó las dietas y les brindó la seguridad de saber con exactitud la cantidad de forraje disponible a futuro. “Se puede planificar todo el año con más claridad, porque con el silo se conoce la calidad y cantidad exacta de forraje disponible y en función de eso se pueden planificar las dietas. Es una caja de ahorro”, aseveró, en un momento, como hoy, de alta volatilidad forrajera, por decirlo de alguna manera.
Queda claro, así, que el uso del silaje en distintos tipos de ambientes y esquemas productivos es una herramienta que ha dado sobradas pruebas de su capacidad para llevar a esquemas ganaderos, de carne y leche, a cifras de alta producción y mayor estabilidad, aunque nadie esté a salvo de la seca.

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